UN CEBICHE EN EL TORIL
sábado, 20 de febrero de 2010 Por: Miguel Godos Curay Existe en el Cementerio San Francisco de Paita, en el costado izquierdo de la Capilla de Animas una tumba que lleva mi nombre. En efecto se puede leer “Aquí descansa Miguel Godos”. Todas las veces que visito Paita y recorro las galerías en busca de mis recordados deudos. Concurro a este lugar y junto a un padrenuestro dejo un ramito de flores. Lo hago desde los tiempos colegiales y siento que este “Miguel Godos” y cada uno de mis abuelos son como la mano de Dios. Confieso que lo he sentido a lo largo de mi vida en aciagas circunstancias. A ellos encargo mis angustias. Después me voy a comer cebiche al muelle o al Toril con mi padre. Un buen cebiche a la orilla del mar con un viejo que desovilla su memoria es una gratificación humana que no tiene precio. No tienen precio la risa, la belleza, la ternura, la amistad y los sabores. El sudado, el chilcano, el pasado por agua caliente de cabrillón y sentir en la punta de la lengua el ca